“Otro día de mierda, otro día en la oficina. / Tengo un jefe de mierda, que no me paga bien / Yo llego caminando y él en Mercedes Benz / Me tiene de recluta, el muy hijo de puta”*[1].
Por estudios realizados por The Adecco Group, quienes aplica una encuesta llamada “Global Workforce of the Future” a 25 países durante cada año[2], se sabe que al menos el 45% de las personas no se encuentran del todo satisfechas con sus empleos
Subo las escaleras corriendo dispuesta a no tomar el elevador con la intención de sentirme un poco fit, o al menos no tan sedentaria… Vamos, va empezando el día. Me espera un mar de trabajo, mi equipo necesita el reporte mensual de distribución de actividades y con cada escalón pido al cielo oxigenar mi cerebro para que las ideas fluyan hacia un tono más creativo. ¿Eso es posible en el trabajo administrativo?
Nunca he sabido si hice bien al elegir enfocar mi carrera hacia el capital humano. Me gusta, eso que ni qué, aunque en ocasiones envidio en secreto a mis compañeros de generación que se dejaron llevar por las bondades de la comunicación moderna y su aparente fiesta sinfín. Trato por todos lados de encontrar la respuesta en positivo, aunque a decir verdad la burocratización de los procesos organizacionales -casi diario- lo hace complicado. O quizá sólo cansado de perseguir.
Voy con estas ideas en la cabeza, cuestionándome y respondiendo al unísono, cuando de pronto me encuentro a Giovannita limpiando los anaqueles de la oficina del jefe, sacando carpeta por carpeta como inspector especializado en ápices de polvo que pongan en riesgo la calidad estética de una oficina casi esterilizada. Voltea a saludarme con una de sus sonrisas que le desaparecen los ojos en una rendija, mientras el olor a fabuloso de moras hace que por un momento piense que nunca más voy a poder oler esa botella sin acordarme de ella.
“Vaya, ella sí que encontró como llevar la fiesta a su trabajo”, pienso para mis adentros mientras retumba la música a todo volumen en sus audífonos negros de cable remendado con cinta de aislar que la protege de no morir electrocutada. Tararea inaudible, según ella, pero más bien parece la Chimoltrufia planchando.
Recuerdo que el otro día sus compañeras me contaron que se encontró en el pasillo al jefe, sin desaprovechar ese eclipse solar, le pidió dos minutos para hablar con él: sacó una hoja achicharronada de la bolsa de enfrente de su mandil en donde tenía anotado cada una de las fechas en que se había sacado el premio de puntualidad durante casi dos años, las mejoras sobre su trabajo que la gente había encontrado desde que entró a la empresa y cada una de las razones por las que ella consideraba que se había ganado un aumento. Y sí, para todos resultaba innegable percibir la oficina más bonita con su olor a moras. Acorralado y sin debate, el jefe le subió el sueldo.
“Esa Giovannita es de respetarse”, decían sus compañeras como si narraran partes de una mitología cotidiana.
La escena parece tan del día a día que sigo sumida en mis decretos para evitar un día miserable, ya sabes: repetir afirmaciones tres veces para hacerlas realidad y esas cosas… hasta que de pronto llama mi atención las palabras entrecortadas que salen de su boca:
“Otro día de mierda, otro día en la oficina. / Tengo un jefe de mierda, que no me paga bien / Yo llego caminando y él en Mercedes Benz / Me tiene de recluta, el muy hijo de puta”*[3].
¿Escuché bien? Mis ojos de plato se van al espacio vacío, tratando de comprender lo que estoy escuchando. Mira que no me asusta la nueva música de la chaviza, y sería mentira decir que Bad Bunny no ha educado mis oídos para santiguarme con frases inmorales de perreo intenso. Pero esto va más lejos de mi criterio de las buenas prácticas laborales, digamos que más bien admiro la sagacidad que se necesita para cantar eso en el trabajo sin sentirse observado.
Por estudios realizados por The Adecco Group, quienes aplica una encuesta llamada “Global Workforce of the Future” a 25 países durante cada año[4], se sabe que al menos el 45% de las personas no se encuentran del todo satisfechas con sus empleos, siendo el salario el principal monstruo que origina el inicio de la pesadilla. Mientras que hay otro porcentaje todavía más grande, del 55%, que declara vivir con una apatía rotunda carente de motivación, limitándose al cumplimiento de sus deberes, es decir, a no asumir responsabilidades que no entran dentro de sus funciones. ¿Cuántas veces hemos escuchado eso: “A mí no me pagan por hacer tal o cual cosa”? Por cierto, este término denominado quiet quitting tuvo auge durante el segundo año de la pandemia; o sea, casi que ayer. El término, queda claro, porque el fenómeno como tal es remontable, me atrevo a decir, a la época de las cavernas, si no pregúntenle a Ford[5]. Traslado esta información que me viene de golpe a la mente, para pensar ¿será que Giovannita no se encuentra contenta con su trabajo e inconsciente le hace sentido la letra de la canción que está
escuchando? ¿O simplemente es un acto de repetición sin crítica acerca de la mediaticidad polémica bien lograda de la canción, reforzada por la vida tan trágica de nuestra pobre Shakira? Digo pobre por las supuestas infidelidades vividas, porque con su arquetipo Femme Fatale de “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”, dudo mucho que ella llegue caminando a cualquier parte del mundo o incluso que ella misma maneje su Mercedes Benz. No habla mi mala fé, hablan los 31,653,015.42 dólares[6] que ganó con esa canción, la cual estuvo posicionada en los primeros lugares a nivel internacional, durante todo el 2022.
El imaginario colectivo nos ha llevado a normalizar frases como “El trabajo es algo tan malo que tienen que pagarte para hacerlo”. Y vivimos sumergidos en el eterno sentimiento de los domingos de bajón[7], anhelando llegar al siguiente viernes para vivir la fantasía del fin de semana lejos de obligaciones, muy cerca de los excesos y todavía más cerca de re-confirmar el Principio del Placer[8]. Pero estando atados a este sistema consumista que nos tiene ahogados en créditos y deudas innecesarias, nunca existe tiempo suficiente para respirar antes de tener que volver otra vez a la jugada.
El psicoanálisis habla mucho acerca del núcleo de nuestros conflictos a partir del contraste antagónico entre el “deseo” y el “deber”, siendo ambos mamados (literalmente) por lo que nos enseñaron de pequeños acerca de lo que nos debe gustar hacer, contraponiéndose en una naturaleza fabricada con lo que no se “puede” disfrutar. Esta dicotomía empleada para todas las áreas de nuestra vida, entra en juego para tomar rienda suelta de nuestros pensamientos, adueñándose de nuestras acciones y comportamientos, guiando finalmente el destino de nuestras vidas. (¿Quién dijo que queríamos esta vida?).
Acá estamos existiendo, muuuucho tiempo después de la Revolución Industrial -momento en que se encienden los reflectores hacia la dualidad de la injusticia obrero-patronal- replicando los mismos pensamientos del Siglo XVIII. Reviviendo cada día la impotencia de una monotonía que tiene cara de realidad. Nombre, no vayas a creer que estoy en desacuerdo con eso, y aunque lo estuviera, sigue y seguirá siendo parte de nuestras vidas por el simple hecho de haber nacido en este contexto sociohistórico -como quien dice “aquí nos tocó vivir”-; pero con lo que sí estoy muy en desacuerdo, es en tener que sufrirlo. Nieztche decía que la libertad nace a partir de romper las restricciones impuestas por las normas morales tradicionales, pero lo que no contó es que hacer esto implica cuestionar el aprendizaje, darnos cuenta que, en una de esas, lo que nos enseñaron en casa probablemente no sea lo que necesitamos en este momento de nuestras vidas para sentirnos plenos… y esa ruptura de pensamiento duele mucho.
Duele abrir los ojos a otras dimensiones que desconocemos, para empezar a crear la propia. Duele porque implica tomar la responsabilidad de cada una de nuestras acciones y sus respectivas consecuencias. Duele porque en ese contexto ya no existe El Otro, el jefe, los papás, mi pareja maldita, Dios o Mercurio Retrógrado, quienes generan repulsión al “obligarme” a hacer cosas que no deseo. Es doloroso porque quitando esas constantes de la ecuación, entonces sólo queda uno solín solito, consigo mismo, siendo el Rey y verdugo de las decisiones que se toman.
De esta forma, y en ese sentido, somos entes contradictorios llenos de energía para arremeter contra lo que disgusta, directamente proporcional a la falta de ¿confianza? para accionar en la generación del cambio.
Indiscutible es el hecho de la inestabilidad y desigualdad económica, cargas de trabajo absurdas, liderazgos basura y ausencias de reconocimiento, que por más que le encontremos los tres pies al gato, queda fuera de nuestro control proletario. Pero es precisamente esa fuerza la que podría funcionar como catalizador para querer cambiarlo -no en el sistema, ni para los demás, sino empezando con la propia mentalidad-, utilizando los recursos que tenemos a la mano: una sola decisión a la vez, fuera de la caja[9].
Todos estamos cansados. Todos necesitamos respuestas. Todos nos sentimos rotos y lastimados.
Pero también todos podemos cambiarlo, aquí y ahora, con la osadía de mi querida Giovannita.
[1] Fuerza Regida, Shakira Mebarak, 2023. https://www.youtube.com/watch?v=7oTlx5YC2P4
[2] equipos & talento, “Global Workforce of the Future 2022”: Analizando el presente y el futuro del empleo. 11/10/2022 https://www.equiposytalento.com/noticias/2022/10/11/global-workforce-of-the-future-2022-analizando-el-presente-y-el-futuro-del-empleo
[3] Fuerza Regida, Shakira Mebarak, 2023. https://www.youtube.com/watch?v=7oTlx5YC2P4
[4] equipos & talento, “Global Workforce of the Future 2022”: Analizando el presente y el futuro del empleo. 11/10/2022 https://www.equiposytalento.com/noticias/2022/10/11/global-workforce-of-the-future-2022-analizando-el-presente-y-el-futuro-del-empleo
[5] Bergalli, R. (2005). Relaciones entre control social y globalización: Fordismo y disciplina. Post-fordismo y control punitivo. Sociologías, 180-211.
[6] Suárez, M. INFOBAE. ¿Cuánto dinero “facturó” Shakira con las canciones para Piqué?, Publicado: 09 Mar, 2023 09:28 a.m. https://www.infobae.com/entretenimiento/2023/03/09/cuanto-dinero-facturo-shakira-con-las-canciones-para-pique/
[7] En México es una expresión coloquial que se utiliza para hacer referencia a la melancolía y pesadez experimentada los días domingos por empezar una nueva semana laboral.
[8] Es uno de los términos estrella de Freud, incluido en su obra «Más allá del principio del placer» (1920), en donde sostiene que el comportamiento humano y la actividad mental están motivados por la búsqueda del placer y la evitación del dolor.
[9] «Pensar fuera de la caja» es una expresión que se utiliza para alentar a las personas a buscar soluciones creativas y originales en lugar de seguir enfoques convencionales o restricciones preestablecidas. Cuando alguien te dice que «pienses fuera de la caja», te está animando a considerar nuevas perspectivas, enfoques no tradicionales y soluciones innovadoras para un problema o situación.